lunes, 28 de noviembre de 2011

Hablar en Público



“Vamos allá. Faltan cinco minutos, pero ya hay mucha gente en la sala. Creí que iban a ser menos. Hace bastante calor aquí. Y el director del departamento al fondo... Vaya hormigueo en las piernas. Y las manos; sólo faltaba que me empezaran a sudar. En fin, voy a ir abriendo la cartera, para hacer tiempo. Espero comenzar bien, no puedo quedarme en blanco de ninguna forma. Bueno, ya han cerrado las puertas. Qué silencio...”



Lo anterior es un ejemplo de la situación incómoda que viven casi todas las personas cuando se enfrentan a hablar en público o exponer un tema delante de su departamento.



Existen varios factores que intervienen a la hora de manejar estas situaciones:



Factores cognitivos (pensamientos). Este es el aspecto fundamental. Debemos entender que la emoción que sentimos en la mayoría de ocasiones depende de nuestra interpretación de esa situación. Así, si ante una charla en público mis pensamientos son: “Tengo que hacerlo perfecto, no puedo quedarme en blanco, debo gustar a todo el mundo, nadie debe notar que estoy nervioso bajo ningún concepto, esto es horrible...”, nuestra ansiedad se disparará. Si, en cambio, provoco un pensamiento del tipo: “Es normal estar algo nervioso antes de hablar en público; sé mucho más del tema que voy a explicar que mi audiencia; si no sé la respuesta a alguna pregunta que me hagan siempre puedo comprometerme a resolverla posteriormente...” mi ansiedad se reducirá notablemente.



Factores Fisiológicos. Sudoración, sensación de hormigueo, temblores, respiración rápida o dificultada, tensión muscular... Se pueden emplear varios medios para reducir la ansiedad. Los más comunes son la relajación y la respiración diafragmática.



Factores Conductuales. Pueden darse tartamudeos, gestos de inquietud, tono de voz bajo, vacilaciones, risa nerviosa, inexpresividad, tics... Sin embargo, la conducta más dañina es la evitación o el escape de la situación. Por ejemplo, poner una excusa para no hablar en público. Esta conducta agrava, generaliza y cronifica el problema, puesto que nuestro organismo estará aprendiendo que es una buena estrategia para aliviar la ansiedad y tenderá a emplearlo nuevamente.